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TOP 3 errores a la hora de evaluar el impacto ambiental de un producto

El objetivo de realizar un análisis de los impactos ambientales de un producto es identificar, predecir, valorar, prevenir o corregir y comunicar los efectos y los impactos de los productos o actividades de una empresa.

Constituye un mecanismo esencial, no solo para reducir el impacto que produce una organización en el medioambiente, sino también para mejorar el consumo de energía y recursos a la vez que mejoran su imagen corporativa.

El Análisis de Ciclo de Vida tiene sus límites

El Análisis de Ciclo de Vida (ACV) es una herramienta imprescindible para que las empresas puedan conocer el impacto ambiental de sus productos y, por ende, de su actividad. A través de un ACV las empresas pueden calcular los aspectos ambientales y los impactos potenciales a lo largo de todo el ciclo de vida de un producto o de una actividad y permite conocer dónde están las etapas o elementos más críticos del proceso para así poner foco en ellos y buscar soluciones. Anteriormente te contábamos las claves a tener en cuenta de cómo puede ayudarte un ACV en el ecodiseño de productos.

Sin embargo, la metodología sobre la que se soporta la realización de los ACV (ISO 14040 y 14044) tiene limitaciones. Si bien es cierto que puede ayudar a contar con un diagnóstico ambiental de la actividad, en ocasiones se presenta como demasiado general y este hecho puede dificultar la comparación entre los resultados obtenidos por diferentes empresas. 

Una forma de complementar el ACV es acompañarlo de una Declaración Ambiental de Producto (DAP). Éstas proporcionan información técnica y transparente del comportamiento ambiental de un producto en base al Análisis de Ciclo de Vida y están basados en unas reglas más específicas que reconocen las singularidades de cada producto, lo que favorece su fiabilidad y comparabilidad.

Por lo tanto, el ACV es la metodología de trabajo que desarrolla un proceso objetivo que tiene como fin evaluar el impacto ambiental de un producto, servicio o actividad identificando y cuantificando el uso de materiales, energía y emisiones. La DAP muestra en un documento verificado por una tercera parte los resultados de esa evaluación ambiental objetiva que aportará confianza de cara a un cliente, proveedor o a la hora de presentarse a un contrato público.

 

Las emisiones de CO2 no tiene porqué ser el indicador más importante

Una empresa no es únicamente menos contaminante por emitir menos CO2 a la atmósfera. Desde luego que las emisiones de gases de efecto invernadero de una empresa son un indicador clave para medir su desempeño ambiental, pero el problema es que muchas empresas están centradas en reducir la huella de carbono como única medida para paliar los efectos de su actividad en el medioambiente y en ocasiones, se dejan de cuantificar las afecciones que su actividad causa sobre otros elementos del ecosistema.

La Huella de Carbono puede constituir un indicador ambiental a través del cual reflejar la totalidad de gases de efecto invernadero emitidas por efecto directo o indirecto de un producto. Puede conformarse como un ‘sello’ de transparencia de los esfuerzos que realiza la empresa pero lo idóneo es realizar un diagnóstico integral de la actividad para analizar las afecciones que una empresa genera no solo sobre el calentamiento global, sino sobre otros factores relacionados con la calidad de los suelos y del agua, la gestión de residuos, el impacto sobre la biodiversidad, etc. 

Así, además de contar con un mecanismo más para comunicar las mejoras respecto al impacto ambiental, se pueden conseguir beneficios internos como la mejora de la eficiencia de los procesos, la reducción del consumo de energía, etc.

 

El ACV no es el fin, es el medio

Un enfoque empresarial enmarcado en el ciclo de vida de sus productos y procesos ayuda a la toma de decisiones y a conocer y mejorar ambientalmente su producto. Además, la incorporación de este enfoque es un complemento para todas aquellas empresas que se encuentren o quieran llegar a estar certificadas bajo la norma ISO 14001 y puede constituir información valiosa para usarse en argumentos de venta o como herramienta de marketing. 

Esto es innegable. Sin embargo, el proceso de mejora ambiental de una empresa no debería empezar y terminar solo en la realización de un ACV.

De hecho, el Análisis de Ciclo de Vida debería ser un punto de partida para emprender un plan de implementación de mejoras. Es decir, el ACV no termina cuando concluyen las mediciones y cálculos, sino que aporta una foto fidedigna de la situación presente para ayudar a la empresa a emprender un proceso de mejora.

¿Qué necesito modificar? ¿Qué tecnologías o herramientas son las más idóneas para lograr la mejora? 

Desde CIRCE podemos ayudar acompañando a las empresas en procesos completos de descarbonización, optimización energética o gestión de residuos. Contáctanos si buscas obtener un Análisis de Ciclo de Vida (ACV).

 

Reciclado y economía circular
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